martes, 1 de julio de 2008

VOCES Y SONIDOS

VOCES Y SONIDOS

Antes de que sonara el despertador, se levantó y, aún soñolienta, se dirigió hacia la cocina. Unas voces desconocidas la hicieron detenerse en la mitad del pasillo.

- Mirá vos, cuánta envidia te tengo.

- ¿Y usted de qué me tiene envidia?

- Ve, pues, de que siempre andés tan bien puestecita.

- Es que con poco tengo suficiente para vivir, me adapto en cualquier lado.

- Si, mirá hasta donde mueven la colita, ¿o no Sinvergüenza?

- ¿Qué me que quiere decir, Begonia?

- Llamáme más bien, ve-agonía

- No entiendo.

- Mirá. Mi vida es una agonía. Estoy siempre sola, no puedo tener compañía porque me seco. En cambio vos prendés en cualquier lado y se te acercan todos, además te echan mucho el ojo.

- No lo crea, me dejan tirada en cualquier rastrojo y allí es difícil vivir, hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar tierra. Muchas veces muero de sed. Usted florece, la tienen siempre en lugares limpios, la cuidan mucho.

- Mirá, la belleza tiene su precio, estar siempre a disposición de lo que los otros quieran; en cambio vos tenés la libertad y podés decidir, tenés la posibilidad de elegir.

- Usted también, aunque no lo crea. Con poca libertad también se elige.

- Mirá Sinvergüenza, tenés que vivir la experiencia de estar a disposición de lo que quieran hacer con vos, sin poderte mover, sin tener compañía, para que entendás que no siempre se elige.

- Pero usted eligió vivir y eso no es poco.

- Ja, ja, ja. No entendés. Es la elección de la agonía, de estar en las últimas, al borde de la muerte.

- Este tema no me gusta.

- Te das cuenta, los lugares donde me tienen no son siempre tan limpios, y no creás, no siempre me cuidan mucho.

- Begonia, estar comparándose con otros, creyendo que tienen lo que a uno le falta, es mortificante y doloroso.

- Sabés, yo llamo a la comparación, el fantasmita. Me acompaña para todos lados, a veces me divierto con él y no se si sufro, pero muchas veces me juega muy malas pasadas, especialmente cuando estoy al lado de ellos, de los helechos que son mi adoración.

- ¡Ah! Usted debiera de llevar otro nombre.

- Ja, ja, ja ¿Vos también tenés fantasmita?

- ¿Qué me quiere decir?

- Date cuenta. Querés ser la que te las sabés todas, la que sobrevivís a cualquier cosa, la que prendés en cualquier parte y con cualquier cosita, te ponés de muy señora.

- Es que es muy difícil llevar el nombre mío, todos creen que soy una cualquiera.

- Tenés fantasmita. Te comparás con otros.

- Es algo muy pesado en la vida.

- Vos también tenés tu agonía.

- Dejemos la conversación y no se me acerque mucho.

- Que bien, ahora sos vos la que me decís: ¡No te me acerqués porque me secas!

- Si, así es. Ya me di cuenta que toda esta conversación solo era para convencerme de darle un espacio a mi lado.

- Sabés, yo prefiero vivir.

- Ya lo sé, si me ven muy cerca de usted me arrancan y me echan a la caneca.

- Entonces sos vos la que no vivís.

- Parece que no es mucha su agonía estando sola.

- Date cuenta, nos quejamos mucho, pero no queremos cambiar.

- ¿Ahora si me acepta que cada cual elige?

- Mirá vos.

- Parece que ahora sí, usted y yo nos vamos entendiendo.

- ¡No seás Sinvergüenza! No te me acerqués.

- Shhhiii, ahí está la dueña, nos puede estar escuchando...

La mujer se detuvo en la puerta de la sala y observó sus bellas plantas, se acercó a la recién florecida Begonia y no encontró rastro de otra planta que la pudiera estropear. Se devolvió a su habitación y, frente al espejo, empezó a desvertirse contemplando la esbeltez y lozanía de su cuerpo. Miró la cama, la vio vacía. En sus ojos se insinuó una lágrima.

ISABEL CRISTINA MEDINA C

Junio. 2008.


Vocfes

VOCES Y SONIDOS

VOCES Y SONIDOS

Antes de que sonara el despertador, se levantó y, aún soñolienta, se dirigió hacia la cocina. Unas voces desconocidas la hicieron detenerse en la mitad del pasillo.

- Mirá vos, cuánta envidia te tengo.

- ¿Y usted de qué me tiene envidia?

- Ve, pues, de que siempre andés tan bien puestecita.

- Es que con poco tengo suficiente para vivir, me adapto en cualquier lado.

- Si, mirá hasta donde mueven la colita, ¿o no Sinvergüenza?

- ¿Qué me que quiere decir, Begonia?

- Llamáme más bien, ve-agonía

- No entiendo.

- Mirá. Mi vida es una agonía. Estoy siempre sola, no puedo tener compañía porque me seco. En cambio vos prendés en cualquier lado y se te acercan todos, además te echan mucho el ojo.

- No lo crea, me dejan tirada en cualquier rastrojo y allí es difícil vivir, hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar tierra. Muchas veces muero de sed. Usted florece, la tienen siempre en lugares limpios, la cuidan mucho.

- Mirá, la belleza tiene su precio, estar siempre a disposición de lo que los otros quieran; en cambio vos tenés la libertad y podés decidir, tenés la posibilidad de elegir.

- Usted también, aunque no lo crea. Con poca libertad también se elige.

- Mirá Sinvergüenza, tenés que vivir la experiencia de estar a disposición de lo que quieran hacer con vos, sin poderte mover, sin tener compañía, para que entendás que no siempre se elige.

- Pero usted eligió vivir y eso no es poco.

- Ja, ja, ja. No entendés. Es la elección de la agonía, de estar en las últimas, al borde de la muerte.

- Este tema no me gusta.

- Te das cuenta, los lugares donde me tienen no son siempre tan limpios, y no creás, no siempre me cuidan mucho.

- Begonia, estar comparándose con otros, creyendo que tienen lo que a uno le falta, es mortificante y doloroso.

- Sabés, yo llamo a la comparación, el fantasmita. Me acompaña para todos lados, a veces me divierto con él y no se si sufro, pero muchas veces me juega muy malas pasadas, especialmente cuando estoy al lado de ellos, de los helechos que son mi adoración.

- ¡Ah! Usted debiera de llevar otro nombre.

- Ja, ja, ja ¿Vos también tenés fantasmita?

- ¿Qué me quiere decir?

- Date cuenta. Querés ser la que te las sabés todas, la que sobrevivís a cualquier cosa, la que prendés en cualquier parte y con cualquier cosita, te ponés de muy señora.

- Es que es muy difícil llevar el nombre mío, todos creen que soy una cualquiera.

- Tenés fantasmita. Te comparás con otros.

- Es algo muy pesado en la vida.

- Vos también tenés tu agonía.

- Dejemos la conversación y no se me acerque mucho.

- Que bien, ahora sos vos la que me decís: ¡No te me acerqués porque me secas!

- Si, así es. Ya me di cuenta que toda esta conversación solo era para convencerme de darle un espacio a mi lado.

- Sabés, yo prefiero vivir.

- Ya lo sé, si me ven muy cerca de usted me arrancan y me echan a la caneca.

- Entonces sos vos la que no vivís.

- Parece que no es mucha su agonía estando sola.

- Date cuenta, nos quejamos mucho, pero no queremos cambiar.

- ¿Ahora si me acepta que cada cual elige?

- Mirá vos.

- Parece que ahora sí, usted y yo nos vamos entendiendo.

- ¡No seás Sinvergüenza! No te me acerqués.

- Shhhiii, ahí está la dueña, nos puede estar escuchando...

La mujer se detuvo en la puerta de la sala y observó sus bellas plantas, se acercó a la recién florecida Begonia y no encontró rastro de otra planta que la pudiera estropear. Se devolvió a su habitación y, frente al espejo, empezó a desvertirse contemplando la esbeltez y lozanía de su cuerpo. Miró la cama, la vio vacía. En sus ojos se insinuó una lágrima.

ISABEL CRISTINA MEDINA C

Junio. 2008.